Francia - “Yo soy norte, sur, este y oeste. Yo soy Zlatan Ibrahimovic”, una de las tantas frases que han salido de la boca de un genio del fútbol que no tiene filtro a la hora de hablar, un irreverente de un ego más grande que su propia leyenda.
Su calidad dentro del terreno de juego no está en discusión, tanto así que en columnas anteriores lo describí como “El Rey Midas del Fútbol”, todo lo que toca con sus pies lo convierte en oro, más no así lo que sus palabras expresan.
De padre bosnio y madre croata, Ibrahimovic trae la frialdad europea en su ADN, misma que lo lleva a definir un partido solo ante miles de personas y afrontar la vida de frente y sin tapujos.
Antes le respetaba su sinceridad, pero ha comenzado a aburrirme. Es un resentido y un malagradecido, un jugador que tocó techo y que prefiere ser portada en los diarios por bocón y no por talentoso.
Acostumbrado a ser la estrella en todos los equipos que había estado (Malmö, Ajax, Juventus, Inter) no pudo soportar no ser el centro de atención en el Barcelona y tener que conformarse con ser un segundo detrás de Lionel Messi, eso le golpeó el ego y lo marcó de por vida.
Pep Guardiola visualizó un Barca que giraría en torno a Messi, el jugador que convirtió en falso nueve, al que cargó de responsabilidades y premios, porque el estratega fue el que trasformó al argentino en el mejor del mundo. La apuesta fue exitosa y eso es quizá lo que hace arder la furia interna de Ibra.
Quién sabe si Guardiola era “poco hombre”, como afirmó en sus últimas declaraciones, pero fue un técnico visionario que no renunció a lo que quería implementar por cumplir caprichos de una “princesa herida”, como le ha llamado Uli Hoeness.
El resentimiento que tiene hacia el actual técnico del Bayern Munich es una contraposición por su amor a José Mourinho, otro al que le gusta llamar la atención en las conferencias de prensa.
Mourinho alababa al sueco como una deidad, le daba libertad y poder de decisión, lo consentía y por eso Ibra le llama genio; sus personalidades son explosivas e impredecibles pero juntos formaron una dupla de miedo. Evidentemente porque para que Zlatan brille debe ser el centro de atención, sino hará un berrinche ante los medios.
Zlatan Ibrahimovic es la antítesis del héroe que los padres quieren para sus hijos, nada le importa ni le preocupa porque él se siente un ser superior, simplemente demasiado bueno para ser llamado terrícola.
Siendo benevolente me atrevería a decir que sus resentimientos son arrastrados por una difícil infancia en la que robaba bicicletas para poder ir a entrenar, con una familia dividida por problemas sociales y personales. Pero eso sería justificarlo, pues cada quién forma su propio carácter y destino.
Mientras aplaudo sus goles y gambetas me veo tentado a imitar al Rey de España ante el ya fallecido Hugo Chávez y decirle de una vez por todas: Zlatan “¿Por qué no te callas?”
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