Han pasado más de tres meses de ese fatídico, bendito lanzamiento. Un hombre calvo, entrado en años, recibe un balón que nadie quiere recibir y retrocede. Un paso preciso, exacto, imperceptible al ojo humano.
El golpe de efecto confunde a la pupila, que se queda en el movimiento previo, disfrazado de ilusión perfecta. El público que había dejado su asiento para ganar la calle escucha el trueno y pretende volver, pero el guiño cruel del tiempo ha sido consumado: la refutación del regreso entra en su estado irremediable.
La cámara lenta, súper lenta, se enamora del instante. Lo muestra una, dos, tres veces. La sección del American Airlines Center que parecía una fotografía cobra movimiento. Y viceversa. El blanco de las camisetas se eleva gracias al tirón sincronizado de los miles de brazos unidos entre sí. Los muchachos sentados en la línea lateral, listos para correr y terminar el capítulo de Finales, se ven obligados a esconderse en el tumulto ridículo que se ha generado.
Los Spurs, que estaban destinados a ganar por puntos, muestran la mandíbula desprotegida y reciben una mano de nocáut que cambiará todo. Para siempre. Gregg Popovich traga hacia adentro la razón de sus decisiones y escupe un libreto diferente hacia afuera. Sabe, en lo más profundo de su ser, que la curiosidad por observar qué tenía entre las manos ha permitido que la presa escape. Víctima y victimario, entonces, invierten sus roles en escasos segundos. Dicen que de eso se trata este deporte.
Que de eso se trata la NBA.
Han pasado más de tres meses de ese fatídico, bendito lanzamiento. Ray Allen aún debe levantarse por las noches recreando ese momento. Manu Ginóbili, el hombre que apretó como pudo las lágrimas en el área de prensa luego de ese juego, también. "Pienso en eso todos los días. Todavía no se ha ido, y no se aún si se irá", dice Popovich.
Ahora, en este preciso instante, los jugadores de San Antonio sonríen para las cámaras. La temporada baja ha llegado a su fin y es momento de poner los pies encima de los telones blancos primero, de los croma después, y grabar las fotografías y videos que luego se desparramarán a lo ancho y a lo largo del mundo. Profesionales modelo, contestan sin vacilar. Hablan de los refuerzos, de las partidas, de los regresos. Todo transcurre con suma naturalidad, entre risas, hasta que alguien aprieta el botón de pánico: "¿Está superado lo que pasó en el Juego 6 de Finales ante Miami?".
Ese caudal de energía está allí, listo para ser utilizado. La transformación puede generarse de un momento a otro o el sufrimiento puede extenderse hasta límites incomprensibles. Padecer lo sucedido o aprender a vivir con ello: esa es la pulsión en disputa.
"Vamos a tener que superarlo y utilizarlo como combustible", señala Ginóbili. "Vamos a tratar de dejar ese momento fuera, al menos por un tiempo", agrega Tim Duncan.
Los Spurs, maestros célebres de la reconstrucción, deberán trabajar, además del físico, la mente y el alma rumbo a la Liga que comienza.
Han pasado más de tres meses de ese fatídico, bendito lanzamiento.
El desafío más importante es, en el epílogo de sus carreras, empezar de nuevo.
Con todo lo que eso significa.
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