Luis Enrique Obando se ha convertido en consejero para personas sin techo que buscan la sanación de sus cuerpos y almas.
Lleva años viviendo en las instalaciones del Ejército de Salvación de Puerta de Tierra. Pasa un tanto desapercibido mientras camina entre las sombras de los pasillos de la estructura, pero algunos de los participantes del programa para personas sin techo pueden reconocer el sonido de sus pisadas, el timbre de su acento peruano y su mirada sin pretensiones.
Luis Enrique Obando, de 64 años, se mantiene activo cocinando, sirviendo las comidas y preparando el inventario para la compra de alimentos. Durante las mañanas acude a una capilla ecuménica de la organización donde dirige el devocional, que incluye las lecturas bíblicas y la oración. Camina y se desenvuelve con determinación.
Pero Obando se mantiene anclado a una realidad, al retrato de un hombre consciente de sus debilidades, de su pasada adicción al alcohol y de una sanación que alcanzó al limpiar su cuerpo de la bebida.
"La gente me saluda en la calle: 'hola, Luis, ¿cómo estás?'. Eran deambulantes del programa. Yo les ofrezco consejos a todas las personas", indicó el participante, quien figura entre una población flotante de unos 36 desamparados que han encontrado un santuario en el Ejército de Salvación.
Bebía pero las drogas no le llamaron la atención
Los tragos no faltaban en las actividades familiares, aunque no necesariamente evocan momentos de felicidad.
"Mi padre bebía y tenía un temperamento violento. Yo era lo contrario. Comencé con el alcohol desde muchacho. Las drogas nunca me llamaron la atención. No era alcohólico de trago largo. Mi bebida preferida era la cerveza", indicó el residente del albergue, al ofrecer algunos detalles sobre su crianza en la Provincia Constitucional del Callao en Perú.
Obando emigró a EE.UU. a finales de la década del 1960 y, en relativamente poco tiempo, contrajo matrimonio con una mujer puertorriqueña. Continuó tomando bastante mientras trabajaba en una fábrica de esterilización de equipo médico.
Pero, al perder su trabajo, la vida del inmigrante colapsó. Deambuló en Nueva Jersey entre 1991 y 1992. Viajó a Puerto Rico buscando una mejor vida y volvió a deambular por varios meses hasta que llegó a las puertas del Ejército de Salvación.
Se graduó del Centro de Rehabilitación de Adultos, el cual provee albergue por dos años a usuarios de drogas o alcohol. Pero Obando continúa pernoctando en la facilidad de Puerta de Tierra para ayudar a otros residentes y a los administradores del programa. Puede salir cuando quiera, pero el hombre se ha convertido en una pieza indispensable para la gerencia del centro de rehabilitación.
"Él está a cargo de toda la operación de la cocina. Él es mi persona de confianza. Yo le he delegado muchas funciones. Aquí todo el mundo lo respeta ", indicó el mayor Eric Díaz, administrador del programa de rehabilitación.
Obando, por su parte, ha hecho del programa su casa, aunque su pasado como desamparado se ha convertido en un recordatorio omnipresente de su condición. Nunca se olvidará su pasado para poder vivir el presente.
"Vivir limpio es lo más gratificante tras estar en el infierno del alcohol. Es maravilloso porque piensas como debe ser y ya no tienes esa enfermedad", asegura.
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