Para pensar con claridad necesitas guardar tu 'smartphone'
Los pensamientos creativos a veces se presentan cuando uno desconecta su mente de las distracciones cotidianas
La contemplación puede ser la mejor herramienta de pensamiento (Getty Images/Archivo).
Lo más importante
- Los pensadores dicen que el pensamiento innovador necesita de un momento tranquilo
- Nuestros 'gadgets' llenan el tiempo, pero nos pueden alejar de la reflexión
- En el experimento se mostró que los cerebros felices son más efectivos
(NT) — Hay una historia sobre un hombre que pasa las horas soñando despierto. Pudo haber estado en empresas como Ford o IBM. Pasaba su tiempo en su oficina, con los pies sobre la mesa, mientras observa todo y a la vez nada.
Un día, un experto en eficiencia se presentó. Había sido contratado para reducir los costos y mejorar las operaciones. Cuando vio al hombre soñando despierto pensó que era una persona inútil más.
El experto en eficiencia fue con el jefe —Henry Ford o Thomas Watson, o algún otro magnate estadounidense de principios del siglo XX— y entre otras recomendaciones le sugirió despedir al hombre que soñaba despierto.
El jefe se negó.
“Pero, señor, cada vez que paso por su oficina está viendo al vacío. En lo que a mí concierne, no trabaja”, contestó el experto en eficiencia.
“Ese hombre una vez tuvo una idea que le ahorró a esta empresa millones de dólares y estaba sentado en esa posición cuando tuvo esa idea”, respondió el jefe.
La moraleja de esta historia es tan actual como la aplicación más reciente para el iPhone: si quieres tener pensamiento creativo, desconéctate del smartphone.
“No puedes avanzar en la resolución de un problema sin meditarlo mucho tiempo, en colaboración con investigadores inteligentes de distintos campos y leer mucho”, dice la epidemióloga Caroline Buckee, una de los seleccionados como 10 pensadores de 2013 de CNN.
“Pero a veces ese trabajo duro da sus frutos en un momento al azar cuando dejas que tus pensamientos se calmen”, agregó.
Sabemos esto (tan seguramente como los magnates del siglo XX lo sabían) y aún así lo ignoramos una y otra vez. Navegamos por la web; echamos un vistazo a las noticias en nuestros teléfonos; mantenemos nuestras mentes digitalmente ocupadas en un millón de cosas. Cuando tenemos algunos minutos de inactividad, sacamos nuestros dispositivos móviles en lugar de soñar despiertos.
No es de extrañar que Nicholas Carr generara tanto interés con su libro de 2010 The Shallows, que fue una ampliación del artículo Is Google Making Us Stupid? (¿Google nos hace estúpidos?) publicado en la revista mensual The Atlantic. El punto de Carr es que no pensamos, sino que navegamos en la web.
Algunos observadores admiten que es difícil hacer tiempo para pensar. John Seely Brown, exdirector del laboratorio del Centro de Investigación Palo Alto de Xerox, se preocupa por las generaciones que conocen muy poco más allá del cibermundo.
“Creo que los niños hoy en día tienen miedo de aburrirse. Y (cuando estás aburrido) es cuando imaginas algo”, dijo a NT.
En lo que se refiere a la intuición (que soporta al pensamiento), el estado de ánimo también hace una diferencia.
En su libro, Thinking Fast and Slow, el economista ganador del Premio Nobel, Daniel Kahneman, menciona un experimento en el que se les mostraba a los sujetos tres palabras y se les daban dos segundos para adivinar si estaban vinculadas.
“Poner a los participantes en un buen estado de ánimo (…) aumentó enmás del doble la precisión”, escribe Kahneman.
Los sujetos infelices, por otro lado, hicieron conjeturas casi al azar.
No se trata de descartar todo lo que utilizamos para ocupar nuestros cerebros. Internet es una herramienta para el pensamiento, al igual que las reuniones, novelas de misterio, videojuegos, y programas de concursos, a veces el pensamiento tiene que trabajar sobre la marcha.
Los plazos inminentes pueden ayudar maravillosamente a enfocar la mente.
Pero quizá la mejor herramienta es el tiempo a solas, con los pies sobre la mesa, mirando al techo.
La ejecutiva de Motorola y pensadora, Regina Dugan, lo dice mejor. “Los momentos más tranquilos de mi vida son los que hablan más fuerte”, asegura.