Por años, grandes y chicos han disfrutado de su peculiar arte en el Paseo de la Princesa, en el Viejo San Juan. De seguro, son muchos los turistas locales, internacionales y otros tantos residentes de la Ciudad Amurallada, que tienen, en su álbum de recuerdos una imagen de Peter Loftus, el malabarista que hace seis años llegó a la Isla para quedarse. Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas para Peter, una vez más el performero enfrenta lo que a su juicio es otro atropello por parte de personal de la Compañía de Turismo, que le ordenó desalojar el área bajo el alegato de que se habían querellado en su contra. A poco más de un mes de haber sido removido del lugar, Peter se encuentra devastado y enfrentando una difícil situación económica, ya que su mayor fuente de ingreso son las propinas que los espectadores le otorgan tras el acto de malabarismo. “Me encantaría regresar al Paseo de la Princesa, cumplir con lo que manda Turismo y trabajar en lo que amo. Yo no quiero irme, por eso estoy luchando. Luché antes y lo hago ahora”, expresó el hombre de 45 años que llegó a la Isla en el 2005, procedente de New Orleans tras el embate del huracán Katrina. Peter se refiere a que no es la primera ocasión que tratan de desalojarlo de la zona turística. Al menos, han intentado removerlo en tres instancias, cada una de ellas por razones distintas. Primero, contó, alegaron que obstaculizaba el paso de peatones y lo mandaron a reducir el tiempo del show, lo que hizo. Luego la excusa fue que no tenía seguro, por lo que sacó uno y, en una tercera ocasión, le indicaron que debía retirar los actos con fuego, lo que también cumplió. El pasado mes de julio la situación se desarrolló de una forma distinta. No hubo carta con un aviso previo sino que un día, de buenas a primeras, personal de seguridad de la agencia le ordenó que debía abandonar el área y no regresar, según contó a Primera Hora. Días después le llegó la notificación por correo. Tampoco, dijo, se le detallaron las razones por las que el Comité de Uso de Propiedades, adscrito a la Compañía de Turismo, tomó la determinación de revocarle el permiso, denunció junto a su abogado Rafael Casasnovas. “Enviaron al guardia de seguridad. Yo traté de hacer mi propia investigación. Yo tengo permisos, seguros...”, señaló en referencia a que está al día con el pago de contribuciones y con su registro de comerciante. Por ahora, relató, está viviendo de unos ahorros y de los ingresos que obtiene por tocar piano tres veces en semana en unos locales de la zona metropolitana. “Se me ha puesto la cosa bien difícil, muy difíciles, porque yo vivo de eso”, dijo. Peter efectuaba sus presentaciones los fines de semana y días feriados a partir de la puesta del sol. El acto consiste de malabares con pelotas y platos, los preferidos de los niños, comentó. Había días buenos en los que podía llegar a recoger unos $150, pero en otros no corría con tanta suerte. Su mayor satisfacción no es la remuneración económica sino la reacción de la gente, especialmente de los más pequeños. “Hago actos puramente familiares, sencillos, en los que puedo integrar a los niños”, comentó. Para Casasnovas la única posible razón para tal atropello es que alguien, a quien no puede identificar, no quiere que Peter continúe presentándose en la zona. Por ahora, explicó, ya solicitaron una reconsideración, la cual se atenderá en una vista administrativa el próximo jueves, 19 de septiembre. “Me quedé en Puerto Rico, primero, porque me enamoré del país. ¿Qué significa eso? Que yo amo lo bueno y lo malo de Puerto Rico. Yo lo que quería era una vida más tranquila y por eso estoy luchando”, señaló.



Por años, grandes y chicos han disfrutado de su peculiar arte en el Paseo de la Princesa, en el Viejo San Juan.

De seguro, son muchos los turistas locales, internacionales y otros tantos residentes de la Ciudad Amurallada, que tienen, en su álbum de recuerdos una imagen de Peter Loftus, el malabarista que hace seis años llegó a la Isla para quedarse.

Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas para Peter, una vez más el performero enfrenta lo que a su juicio es otro atropello por parte de personal de la Compañía de Turismo, que le ordenó desalojar el área bajo el alegato de que se habían querellado en su contra.

A poco más de un mes de haber sido removido del lugar, Peter se encuentra devastado y enfrentando una difícil situación económica, ya que su mayor fuente de ingreso son las propinas que los espectadores le otorgan tras el acto de malabarismo.

“Me encantaría regresar al Paseo de la Princesa, cumplir con lo que manda Turismo y trabajar en lo que amo. Yo no quiero irme, por eso estoy luchando. Luché antes y lo hago ahora”, expresó el hombre de 45 años que llegó a la Isla en el 2005, procedente de New Orleans tras el embate del huracán Katrina.

Peter se refiere a que no es la primera ocasión que tratan de desalojarlo de la zona turística. Al menos, han intentado removerlo en tres instancias, cada una de ellas por razones distintas. Primero, contó, alegaron que obstaculizaba el paso de peatones y lo mandaron a reducir el tiempo del show, lo que hizo. Luego la excusa fue que no tenía seguro, por lo que sacó uno y, en una tercera ocasión, le indicaron que debía retirar los actos con fuego, lo que también cumplió.

El pasado mes de julio la situación se desarrolló de una forma distinta. No hubo carta con un aviso previo sino que un día, de buenas a primeras, personal de seguridad de la agencia le ordenó que debía abandonar el área y no regresar, según contó a Primera Hora. Días después le llegó la notificación por correo.

Tampoco, dijo, se le detallaron las razones por las que el Comité de Uso de Propiedades, adscrito a la Compañía de Turismo, tomó la determinación de revocarle el permiso, denunció junto a su abogado Rafael Casasnovas.

“Enviaron al guardia de seguridad. Yo traté de hacer mi propia investigación. Yo tengo permisos, seguros...”, señaló en referencia a que está al día con el pago de contribuciones y con su registro de comerciante.

Por ahora, relató, está viviendo de unos ahorros y de los ingresos que obtiene por tocar piano tres veces en semana en unos locales de la zona metropolitana.

“Se me ha puesto la cosa bien difícil, muy difíciles, porque yo vivo de eso”, dijo.

Peter efectuaba sus presentaciones los fines de semana y días feriados a partir de la puesta del sol. El acto consiste de malabares con pelotas y platos, los preferidos de los niños, comentó. Había días buenos en los que podía llegar a recoger unos $150, pero en otros no corría con tanta suerte.

Su mayor satisfacción no es la remuneración económica sino la reacción de la gente, especialmente de los más pequeños. “Hago actos puramente familiares, sencillos, en los que puedo integrar a los niños”, comentó.

Para Casasnovas la única posible razón para tal atropello es que alguien, a quien no puede identificar, no quiere que Peter continúe presentándose en la zona.

Por ahora, explicó, ya solicitaron una reconsideración, la cual se atenderá en una vista administrativa el próximo jueves, 19 de septiembre.

“Me quedé en Puerto Rico, primero, porque me enamoré del país. ¿Qué significa eso? Que yo amo lo bueno y lo malo de Puerto Rico. Yo lo que quería era una vida más tranquila y por eso estoy luchando”, señaló.

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