La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue objeto de espionaje por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Fueron escudriñados los contenidos de llamadas de teléfono, correos electrónicos y mensajes de móvil, según reveló ayer el programa televisivo del canal Globo Fantástico. La mandataria brasileña convocó este lunes a primera hora una reunión de urgencia en el palacio presidencial. Antes de la reunión con Rousseff, el ministro de Asuntos Exteriores, Luiz Alberto Figueiredo, citó al embajador de Estados Unidos, Thomas Shannon, para pedirle explicaciones y advirtió que si se confirma el espionaje al Gobierno, este podría llevar el caso al examen de las Naciones Unidas.
Además de Rousseff, también habrían sido víctimas del espionaje sus asesores más cercanos y algunos de sus ministros más importantes. Los documentos secretos, en los que aparece que también fue espiado el presidente de México, Enrique Peña Nieto, fueron obtenidos por el periodista Glenn Greenwald -residente en Brasil- a través del extécnico de la NSA, Edward Snowden. Greenwald fue el que destapó la identidad de Snowden días después de haber sacado a la luz el tamaño y la profundidad del programa de espionaje organizado por Washington.
En la reunión con la presidenta estuvieron presentes por lo menos cinco ministros, entre ellos el de Defensa, Celso Amorim, así como Figueiredo y el ministro de Justicia, Eduardo Cardozo, que calificó el supuesto espionaje al Gobierno como “gravísimo” y como una “clara violación de la soberanía” brasileña.
El supuesto escándalo indignó a los miembros del Senado, donde el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, Ricardo Ferraço, del partido centrista PMDB -el mayor aliado del gobierno Rousseff- se mostró “indignado y perplejo” y anunció que ya está instalada una comisión parlamentaria que dará mayores poderes al Congreso para investigar el caso.
“Es inadmisible que, en un país como el nuestro en el que no existe la menor huella de terrorismo, exista este tipo de espionaje”, dijo el senador que anunció que serán convocados a comparecer en la comisión tanto el embajador de EE UU como el ministro de Justicia.
Paulo Bernardo, ministro de Comunicaciones, insistió en el hecho de que dicho espionaje era un “total absurdo” ya que “nada tiene que ver con la seguridad nacional de EE UU”. Para él, se trata sólo de obtener ventajas en negociaciones comerciales e industriales.
El interés de Estados Unidos por Brasil va, sin embargo, más allá, como aparece, por ejemplo, en una de las diapositivas de la presentación, titulada Identifying challenges for the future (identificando desafíos para el futuro) pasado a Greenwald por Snowden. En ella la NSA se hace la siguiente pregunta: “¿Amigos, Enemigos o Problemas?" Anota el documento la lista de los países que deben estar bajo observación. Brasil encabeza el ranking compuesto por Egipto, India, irán, México, Arabia Saudí, Sudán, Turquia y Yemen.
En el tercer documento revelado en el programa Fantástico, se afirma que la NSA mantiene un equipo responsable para seguir de cerca cuestiones comerciales en 13 países de Europa (entre ellos, España) y en otros “estratégicos” como Brasil, México y Japón. Son países que tienen en común el hecho de ser importantes para la economía americana y para las “cuestiones de defensa”. Dicha división debería proporcionar a la Agencia de Defensa de EE UU “informaciones sobre actividades militares y de inteligencia” de dichos países. La presentación, en la que tanto Rousseff como Peña Nieto son citados y aparecen en fotos, tiene un total de 12 diapositivas.
En julio, O Globo, en un reportaje firmado por Greenwald, sacó a la luz que Brasil era el segundo país más espiado por la NSA, después de Estados Unidos. Las sucesivas revelaciones han abierto una brecha entre los Gobiernos de Rousseff y Obama, brecha que se ha acentuado después de que, en agosto, el secretario de Estado, John Kerry, se negase a revisar su política de espionaje después de una entrevista con el entonces ministro de Exteriores brasileño, Antonio Patriota.
Algunos analistas, como Rodrigo Constantino de la revista Veja, comentando la pregunta que en los documentos se hace sobre Brasil: “¿amigos, enemigos o problema?”, tras afirmar que la forma de conseguir esas informaciones es claramente “condenable”, tendría como finalidad saber en qué punto se encuentra Brasil en la política bolivariana tan temida por Washington. Con el expresidente Lula da Silva, la Casa Blanca tenía la confianza de que el exsindicalista era más bien un elemento de equilibrio, por ejemplo, en los devaneos autoritarios del fallecido Hugo Chávez. Lula sería una especie de amortiguador de los países bajo el eje bolivariano.
Las presuntas actuaciones de espionaje de la NSA a Rousseff, ¿podrían hacer pensar que Rousseff les ofrece menores garantías en este campo?, se preguntan algunos expertos en política. Lo cierto es que la mandataria brasileña ha sido seguida ilegalmente hasta en sus comunicaciones más estrechas con asesores y personas de confianza lo que significa una afrenta a la soberanía del país, en vísperas de su viaje oficial -ya proyectado para octubre- a Estados Unidos.
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