SAN JUAN, Puerto Rico.- Muchos puertorriqueños se preguntan si ya no viven en la también conocida como Isla del Encanto y han dejado de ser el pueblo más feliz de la tierra, como fue catalogado hace siete años en un informe de la Encuesta de Valores del Mundo.
Una noticia publicada recientemente en El Nuevo Día, el principal diario de Puerto Rico, ha sido protagonista estos días de conversaciones entre los puertorriqueños y tertulias radiofónicas, ya que titulaba: “Fuera Puerto Rico de la lista de países más felices del mundo”.
La información hacía alusión a un estudio de la Red de Soluciones para el Desarrollo sostenible de la ONU que aseguraba que en la actualidad el país más feliz del mundo era Dinamarca, seguido por Noruega y Suiza.
De Puerto Rico no había ni rastro en los primeros puestos, pese a que en ediciones anteriores sí figuraba a la cabeza del listado e incluso en 2005 lideró el ránking.
El verdadero motivo de su desaparición no es una caída repentina en los parámetros que ayudan a establecer el “índice” de felicidad, sino que los responsables del informe, según explicaron a Efe, no tuvieron acceso a los datos necesarios para incluir a Puerto Rico en el listado.
Aún así, lo cierto es que la sociedad puertorriqueña ya no parece sentirse la más feliz del mundo y se masca cierto pesimismo a causa en gran parte de la recesión económica que azota a la isla desde hace siete años, según explica el catedrático de Sociología de la Universidad Interamericana Manuel Torres Márquez.
Cuando se dieron a conocer los resultados de 2005, Torres Márquez ya advirtió que se trataba de una estimación exagerada de la supuesta felicidad de los puertorriqueños.
“Lo primero que se debe entender es que los puertorriqueños son un pueblo alegre, que no significa lo mismo que feliz”, aseguró el sociólogo en una entrevista con Efe sobre una cultura en la que destacan a menudo las manifestaciones musicales y la vida en la calle.
Según recuerda Torres Márquez, a partir de 2007 comienza en Puerto Rico, de forma paralela a otros países del mundo, una crisis económica asociada a la construcción de viviendas de la que todavía no ha salido la isla caribeña.
“El modelo económico se agotó”, apuntó el catedrático, tras explicar que muchas farmacéuticas estadounidenses también abandonaron la isla cuando ese año se acabaron los incentivos fiscales del Gobierno local.
A raíz de esa crisis, “hay escasez de esperanza”, según Torres Márquez, para quien tampoco se debe dejar de lado el tema del estatus político de la isla caribeña, denominado Estado Libre Asociado a EE.UU.
Puerto Rico cuenta con una constitución propia que le concede cierta autonomía, aunque ésta se supedita al Congreso estadounidense y las autoridades locales carecen del control en apartados como relaciones diplomáticas, fronteras o defensa.
El sociólogo defendió que en Puerto Rico el tema del estatus “es una camisa de fuerza”, a la vez de señalar la carencia de liderato en el panorama político de la isla.
El profesor de Antropología en la Universidad de Puerto Rico Jorge Duany explicó a Efe que la caída en la percepción que los puertorriqueños tienen sobre su estado emocional tiene una relación directa con la situación económica por la que atraviesa la isla caribeña.
“La gente está agobiada con pagar cuentas y los salarios son bajos teniendo en cuenta la inflación”, apunta el antropólogo.
Duany, experto en temas migratorios, subraya que muchos puertorriqueños han puesto su mira fuera de la isla ante la falta de un horizonte claro.
Con una renta per cápita de 16.300 dólares, una de las más altas de Latinoamérica, Puerto Rico sufre un desempleo del 13,9 % y cuenta con una población activa de tan sólo el 40,9 %.
La falta de empleo ha empujado en los últimos años a miles de isleños a emigrar a EE.UU., donde ya viven más puertorriqueños que en la isla, donde permanecen poco más de 3,7 millones de habitantes.
El éxodo de población tiene su origen también en la criminalidad que golpea a la isla caribeña, convertida desde hace años en puente utilizado por las mafias de la droga para introducir cocaína en EE.UU. a través de la ruta caribeña.
Parte de esa droga se queda en Puerto Rico, donde bandas de delincuentes se disputan el control de los puntos de droga, lo que deja una medida de diez muertes cada fin de semana por ajustes de cuentas.