WASHINGTON. El órdago lanzado por el ala más combativa del partido republicano contra la reforma sanitaria del presidente Barack Obama llevó hoy al Gobierno de los Estados Unidos a tener que cerrar parcialmente por falta de presupuesto, una situación que no vivía el país desde hacía casi dos décadas.
El bloqueo legislativo en Washington es total y lo ocurrido con el presupuesto hace temer una crisis aún mayor, dentro de quince días, cuando el Tesoro alcance su techo de endeudamiento y el Gobierno tenga que volver al Congreso a pedir permiso para aumentarlo.
El cierre parcial de la Administración significa que no abrirá la mayoría de las oficinas federales, centenares de miles de funcionarios tendrán que quedarse en casa, y numerosos servicios visibles, aunque no esenciales, dejarán de funcionar.
El Gobierno federal es el principal empleador de los Estados Unidos, con más de dos millones de civiles asalariados y 1,4 millones de militares en activo.
Los militares y los agentes encargados de la seguridad nacional son los únicos a quienes se les garantizará la paga, por decisión expresa de las dos cámaras del Congreso y del presidente, que al menos coinciden en que el orden público no debe peligrar por las luchas partidistas.
De los parques nacionales a la Estatua de la Libertad, por no citar más que algunas de las atracciones emblemáticas de este país, colgarán el "cerrado hasta nueva orden", por falta de fondos, si bien los carteros o los controladores aéreos o los guardias fronterizos que reprimen la inmigración ilegal seguirán en sus puestos, aunque ninguno de ellos cobrará su salario hasta que el conflicto se resuelva.
Los dos grandes partidos, el republicano y el demócrata, se echan mutuamente la culpa de una situación bochornosa que revela la peligrosa parálisis a la que ha llegado la política estadounidense.
Si bien no es nueva la coyuntura de "gobierno dividido" que vive los Estados Unidos, en la que un partido -en estos momentos el demócrata- controla la Casa Blanca y una de las cámaras (el Senado), mientras que el otro -el republicano-, domina la otra (la Cámara de Representantes), lo que sí es nuevo es la incapacidad de ambos para superar sus diferencias.
Las últimas horas de este psicodrama presupuestario han sido un diálogo de sordos entre las dos ramas del Legislativo, que se han pasado la pelota una a otra con la intención, no de encontrar una salida, sino de hacer aparecer al otro como culpable.
En esta ocasión, sin embargo, la mayoría de los observadores coincide en señalar a los republicanos, en particular a su facción más montaraz, el Tea Party, como el desencadenante de la parálisis, al haber ligado la aprobación de un presupuesto temporal, que habría evitado el cierre, a la revocación de la reforma sanitaria de 2010, el gran logro de Obama.
"En mitad de las maniobras y apretones de manos previos al cierre del Gobierno, una cosa está clara: los republicanos de la Cámara continúan pugnando sin éxito por saber qué significa ser un partido de gobierno", escribía hoy Dan Balz en The Washington Post.
El presidente lo denunciaba de este otro modo: "Una facción de un partido, en una cámara del Congreso, en una rama del poder, no puede cerrar el Gobierno entero sólo para reabrir el resultado de una elección".
Obama había advertido de que no negociaría bajo el chantaje de esa minoría, porque "uno no obtiene un rescate por hacer lo que es su obligación", esto es, en el caso del Congreso, aprobar un presupuesto.
Si los republicanos quieren reformar la ley sanitaria, una norma que fue aprobada por las dos cámaras, promulgada por el presidente y validada por el Tribunal Supremo, que lo hagan siguiendo el procedimiento legislativo normal, ha añadido Obama, o sea, pasando antes por las urnas para reunir los votos suficientes.
La rotunda negativa de Obama a negociar bajo "extorsión" se funda además en el hecho de que su rival republicano en las últimas elecciones presidenciales, Mitt Romney, ya hizo de la revocación de la ley sanitaria una de sus banderas y no recibió el respaldo de la mayoría de los estadounidenses.
Toda la maniobra republicana sería, además, inútil, porque una parte muy importante de la Affordable Care Act (la ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio, u "Obamacare", como la ha bautizado la oposición) entra hoy en vigor, haga lo que haga el Congreso en relación con el presupuesto.
"Su financiación ya está en marcha, eso no lo pueden cerrar", ha dejado claro el presidente.
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