'Increíble' adiós de Mo Rivera



 Ninguno de los 48,675 aficionados que aplaudían de pie en las gradas del Yankee Stadium se fijó, el jueves, en el marcador que leía 4-0 a favor de los Rays de Tampa Bay.
A absolutamente nadie le importó que los Yankees de Nueva York estuvieran a punto de ser barridos por Tampa Bay, blanqueados por duodécima vez esta campaña y por segunda ocasión en tres partidos.
Los números en la pizarra generaban indiferencia para los neoyorquinos. Y es que con Nueva York fuera de la postemporada por sólo segunda vez en 19 campañas, una sola cosa importaba: el número 42 de los Yankees calentaba en el bullpen. Por última vez en su carrera profesional.
Al ritmo de "Enter Sandman", entrega musical de la banda de rock Metallica, la cual mereció la admiración de Rivera a fuerza de costumbre, y con una grabación de la voz del legendario anunciador Bob Sheppard, el panameño salió corriendo rumbo a la lomita como lo había hecho 1,114 veces anteriores en sus 19 años de carrera.
El Yankee Stadium estalló con los destellos del flash de miles de cámaras fotográficas y los coros de "¡Mariano... Mariano!"
Con un solo out en la octava entrada, los fieles aficionados del Bronx recibirían su premio tras una de las más frustrantes campañas en dos décadas para el equipo neoyorquino al tener la oportunidad de ver a su héroe panameño lanzar por última vez en la catedral del béisbol estadounidense.
"Fue increíble", diría luego Rivera. "Fue una noche extraordinaria".
Delmon Young, quien ya había conectado cuadrangular en la séptima entrada, fue el primer bateador en medirse a Rivera, con Evan Longoria en segunda base y David DeJesús en primera.
El cerrador de 43 años envió una recta de cuatro costuras a 91 millas por hora que terminó en un fuerte lineazo al central que amenazó con calmar los ánimos en el estadio, pero el elevado fue bien asegurado en el guante del novato Zoilo Almonte para el primer out.
Luego vino al plato el jardinero Sam Fuld, quien en su segundo turno de por vida contra Rivera tuvo la oportunidad de ver ese especialísimo "cutter" cinco veces consecutivas, hasta que terminó en out con rodado a primera base para finalizar el inning, la séptima presentación en la octava entrada para el panameño esta temporada 2013, sexta en este mes de septiembre.
Entre innings, Rivera confesó que tuvo que entrar al clubhouse a calmar sus nervios y retomar su compostura, porque sabía que saldría a lanzar su última entrada en Yankee Stadium, y quizás la última de su carrera.
"Entré [al camerino] a calmar mis emociones y a tratar de calentar el brazo junto al preparador físico y en ese momento empezaron los 'flashbacks', todos los recuerdos me empezaron a pegar, desde que era novato hasta los mejores momentos de mi carrera. Fue un momento que siempre llevaré conmigo", dijo el panameño en la concurrida rueda de prensa después del partido.
"No creo que pueda describir ese momento. Me bombardearon los sentimientos y fue algo hermoso, donde [empecé a recordar mi carrera] desde ligas menores hasta hoy en día y fue diferente, algo que nunca había sentido", añadió.
Al llegar la novena, José Lobatón tuvo exactamente el mismo destino de su compañero Fuld. Luego llegó el turno de Yunel Escobar, que bateó el segundo lanzamiento, cutter, por supuesto, para elevado al infield dominado por Robinson Canó.
El campocorto cubano sería el último out de Rivera, que fue apropiadamente removido del montículo no por el manager Joe Girardi, sino por sus compañeros de mil batallas, Derek Jeter y Andy Pettitte.
Fue un plan que había procurado organizar el manager de los Yankees, pidiendo permiso a los árbitros. Girardi contemplaba que dos jugadores, uno de ellos en la lista de inhabilitados por lesión, removieran a un lanzador del montículo.
La respuesta fue clara y selló uno de los momentos más memorables en la historia de Grandes Ligas.
Rivera lloró inconsolable en los hombros de Jeter y de Pettitte. El mejor cerrador de todos los tiempos al fin dio descarga a las emociones que había llevado desde el pasado domingo, 22 de septiembre, fecha que será por siempre marcada en la ciudad de Nueva York como el "Día de Mariano Rivera".
La emoción de ver su número 42 retirado de las Grandes Ligas, por segunda ocasión, después de uno de sus ídolos Jackie Robinson.
La emoción de haber logrado todo lo que se propuso el hijo de una familia de pescadores de Puerto Caimito en Panamá.
La emoción de que su carrera con los Yankees había llegado a su fin.
"Al salir al campo sabía que sería la última vez y sentí emociones que nunca había sentido antes. No tengo la más mínima idea de cómo saqué esos dos outs. Fue un momento en que me sentí completamente bendecido. Jamás pensé que diría, después de una derrota, que fue una gran, gran noche, que nunca jamás olvidaré".
Ya no quedaba nada más que llanto, abrazos en la cueva, y una ovación de pie de despedida de no sólo todos los fans en el Bronx, sino también de sus compañeros y hasta del equipo rival. Ni un solo jugador de los Rays se movió del primer peldaño del dugout contrario, suspendidos entre aplausos y lágrimas en un momento surreal.
Cuando terminó el partido, Rivera se sentó en silencio en el dugout por varios minutos antes de dirigirse de nuevo al montículo, donde pateó la goma y luego se arrodilló para recoger un montoncito de tierra del lugar que dominó como nadie lo ha hecho en la historia de las Grandes Ligas.
"Salí a buscar tierra del terreno porque tenía del antiguo [Yankee Stadium], y pues quería también tener un poco de tierra del nuevo", explicó el panameño sobre su visita final montículo. "Quería subir a la lomita por última vez, sabiendo que nunca regresaría a lanzar allí; quizás regresaré a lanzar la primera bola, pero nunca más a competir. Fue un momento especial para mí, allí, solo".
Rivera concluyó su rueda de prensa de una forma muy singular, agradeciendo a todos los reporteros neoyorquinos, un gesto que mereció algo muy pocas veces antes visto en Yankee Stadium, un aplauso de pie en la sala de prensa.
"El domingo pasado olvidé darles las gracias a todos ustedes, a los cronistas y todos los periodistas por todos sus años de trabajo y todos los años que hemos pasado juntos, pero esta noche no me voy a olvidar, gracias a todos por estar ahí conmigo todos estos años, los quiero mucho a todos".
Y fue así como el partido que no significaba nada se volvió en el más significativo para todos los que tuvieron la dicha de estar presentes en el Yankee Stadium. Fue una emotiva noche de septiembre en el Bronx.

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